PRIMERA Y ULTIMA VEZ

Primer amor.
Primer beso.
Primera vez.
Primer abrazo.
Primer enamoramiento.
Primera charla.
Primer “te amo”
Miles de primeras veces.
Para todo hubo una primera vez.
Mucho hubo que aprender: algunos nos enseñaron, en otros casos aprendimos solos, sin ayuda, en el inicio o al repetirlo; algunas cuestiones las vivimos, otras nos contaron y otras, incluso, las imaginamos y nos pasaron al revés.
Lo que importa es que todos hicimos cosas por primera vez en la vida: algunas no las recordamos porque formaron parte de nuestros primeros años de vida, como nuestras primeras palabras, pasos, el primer diente de leche, hechos que los recuerdan todos nuestros familiares a la perfección por ser momentos muy importantes pero que uno mismo, aunque se esfuerce, no puede visualizarlos.
Seguimos creciendo y nuestro círculo de personas también. Nos encontramos con nuestro primer día en el jardín (muchos llorando y algunos entusiasmados), nuestras primeras letras y dibujos, nuestra primera amistad, aquella con la  que compartías tus más preciados juguetes, con la que te disfrazaste y creaste miles de historias, con quien disfrutaste cada tarde de tu infancia.
Y pasando los años, nos cruzamos con nuestras primeras inseguridades, nuestras primeras decisiones con responsabilidad, nuestras primeras desveladas, nuestros primeros amores. Porque el crecer conlleva descubrir más obligaciones, más historias, más sentimientos y cada una de ellas también tienen su primera vez.
Lamentablemente, a veces, nuestras primeras veces no fueron alegres y derramamos alguna lágrima. Porque, obvio, como tuvimos nuestros momentos de felicidad, también tuvimos de enojos, de frustraciones, de tristeza, de llanto. Qué simple que eran nuestras vidas cuando llorábamos por el último caramelo, por el juguete de moda, por no querer irnos de cierto lugar... Ahora, ¿te acordás de la primera vez que lloraste con real tristeza? ¿Cuándo sentiste ese dolor punzante en el pecho? ¿Cuál fue la razón por la que entraste por primera vez a un mundo real, aquel tan alejado de los cuentos de hadas?
¿Y cuándo y cómo fue esa primera vez que sentiste esa felicidad tan plena que dijiste “paren el tiempo, acá soy feliz”? ¿Y la segunda vez de tristeza? ¿Y de alegría? ¿Y la tercera?
¡Atención! A veces, despreciamos tanto los momentos felices como los tristes, sin darle la importancia que se merecen, sin embargo, cada uno de ellos te hizo ver la realidad de este mundo, de lo bueno y lo malo, descubrirlo para mejorarlo, cada instante se hizo para vivir y sobrevivir. Incluso, muchas veces nos acordamos más de nuestras situaciones de dolor que de dicha, por lo que, quizás, ayude recurrir a esas fotos o videos guardados en un cajón o a aquel diario íntimo, sí, el primero que te regalaron, precisamente a esa página llena de stickers de caritas felices o corazones, o que tiene escrito bien grande “¡¡¡EL MEJOR DÍA DE MI VIDA!!!” ¿Te acordás de esa niña o de ese niño? Recordalo más seguido, mantenelo presente porque ese niño lleno de primeras veces seguís siendo vos.


Último amor.
Último beso.
Ultima vez.
Último enamoramiento.
Última conversación.
Último “te amo”.
Miles de últimas veces.
Para todo también hay una última vez, lo que a veces es lamentable y otras, afortunado.
Tal vez, esa última vez no sabríamos que lo sería.
La última acción de uno.
La última acción del otro.
Entre la primera y la última, tal vez, hubo miles de veces más importantes que esas dos. O tal vez, solo hubo una única vez y fue tan extraordinario, tan especial que no necesitabas más. Tal vez, fueron todas con la misma persona. Tal vez, fueron con miles de seres humanos  distintos. Tal vez, un solo individuo causó que aquella acción fuera la inolvidable e incomparable. Tal vez. Cada vida es distinta. Cada hecho  es distinto. Cada sentimiento es distinto.
Como valoramos las cosas depende de uno, de su aprendizaje y su experiencia; su felicidad y su dolor.
Porque cuando nacemos, morimos. Y así pasa con nuestros actos: si hay una primera, hay una última.
La mayoría del tiempo no sabremos cuándo será la última como, a veces, no sabíamos cuándo sería la primera. Por eso, hay que valorar cada una, aprender de cada una y hacer de cada una, una experiencia que te sirva en la vida, que te haga crecer como persona y te ayude a ser más feliz.
Porque venimos al mundo sin saber nada y nos llevamos todo el aprendizaje que conseguimos desde nuestro primer contacto con la Tierra hasta el último suspiro (¿ven? Hasta de eso hay una primera y última vez).
Entonces, aprovechemos cada acción, cada momento, cada minuto de nuestras vidas y hagamos  de cada uno de ellos, algo extraordinario,  algo único, algo memorable.
La última vez podría ser aquel momento menos pensado.
Debemos sentir y disfrutar.
Vinimos a este planeta a aprender.
Vinimos a ser personas con buenas intenciones, buenos sentimientos, buenos recuerdos.
Vinimos para irnos con millones de experiencias.
A irnos sin ninguna pizca de arrepentimiento.
A vivir por primera y última vez.
Natalia Cardozo Colman.


Entradas más populares de este blog

CENA DE EGRESADOS DE “SOMOS 27”

PROMO54