ENTREVISTA A RITA CRISTELLI
SOMOS 27 decidió hacerle una entrevista a una
de las personas más queridas del colegio Santa Margarita María de Alacoque
“Pasaron más de sesenta años y sigo acá”
Motivados por su historia de vida vinculada tan fuertemente con el colegio y por su increíble memoria, elegimos a nuestra preceptora Rita Cristelli para realizarle una entrevista.
-¿Cómo llegaste a formar parte del colegio?
- Es una historia larga que puedo resumir así…Mis papás son italianos, llegaron entre los
años 1948 y 1949, que coincide con los años en los que llegaron las primeras
hermanas. Ellos tenían la tradición de la fe católica, y la parroquia más
cercana de donde vivían era la, ya conocida por todos, San Pablo. El sacerdote,
al igual que bastantes personas que concurrían a misa, era italiano, y entre
todos se generó una especie de vínculo familiar. Fue el padre quien, en una
misa, presentó a las recién llegadas hermanas de la congregación Apóstoles del
Sagrado Corazón de Jesús, también italianas. Estas no conocían el idioma y
tenían aproximadamente la misma edad de mi mamá, 28 años.
-¿Sabés cómo era el barrio y qué hacían las hermanas cuando
llegaron?
-El barrio
era humilde, casi no había casas ni edificaciones, el edificio más imponente de
la zona era la iglesia y las calles eran de barro. Después de un tiempo, las
hermanas logran adquirir una casona en la esquina de 67 y 117, y mi mamá tiene
una foto ayudándolas a pintar el lugar cuando todavía estaba embarazada de mi hermano.
Eran amigas, el barrio era una comunidad.
Yo nací en
Abril de 1950, para ese entonces las hermanas se dedicaban a hacer el
apostolado: enseñaban a bordar, coser y daban catequesis a las chicas que se
acercaban. Pero poco después es que definen su misión en el área de la
educación.
Comenzaron
con una guardería, querían empezar con algo que les diera confianza con los
niños. Yo tenía dos años la primera vez que me dejaron con ellas, y cuando mi
mamá volvió a buscarme, pensando que me iba a encontrar llorando, le dije que
no iba a volver más a mi casa. Ahora es como un juego de palabras, porque lo
cumplí, pasaron más de sesenta años y
sigo acá.
-¡Tanto
tiempo! ¿Y cómo fueron esos años? ¿Te acordás? ¿Estaban ya en este edificio?
-Sí, claro
que me acuerdo. Se formó un jardín. En ese momento, no era obligatorio y como yo era tan chica… repetía las salitas
porque aún no estaba en edad de empezar primaria ¡Ah! Y esto que les cuento no
era en este lugar, donde ahora es el colegio, era, como les decía, en una
casona en la esquina de 117 y 67.
Una vez
que todos los chicos fueron más grandes, era necesario formalizar la parte
escolar, buscarle un nombre al colegio. Primero se pensó en “Sagrado Corazón”,
obviamente por la congregación, pero el nombre ya había sido tomado por otra
escuela, por lo que se decidieron por “Santa Margarita” que fue a quien se le
presentó el Sagrado Corazón de Jesús.
-Con
ayuda de la congregación es que logran comprar este predio, el cual era un
campo vacío. Tengo fotos de cuando el Padre de San Pablo vino a bendecir la
piedra fundamental. Por muchos años, este fue el centro recreativo del barrio,
prácticamente era el único centro social. Fue así que mediante kermeses y con
distintos eventos se iba recaudando el dinero para construir el edificio. Por
el año 1954, si bien se seguían viendo las estructuras, planta baja estaba
lista y se construía el primer piso al mismo tiempo que se utilizaba como
escuela. La capilla estaba en lo que ahora es la biblioteca; lo que hoy es el
salón de actos nos daba terror por la oscuridad cuando
estaba en construcción; las hermanas dormían en lo que hoy es la preceptoría de
Alberto, pasando el baño de los varones, y donde hoy está 3°B. Obviamente, por
todos lados se veían estructuras, eso hoy es impensado ya que no lo
habilitarían para dar clases mientras se construye. Todos los años se apuraban
para terminar un aula nueva. Cuando empecé el secundario en el año 1963, no todos los
salones tenían ventanas, el patio era de barro, el espacio del
ascensor estaba planeado pero en sí era un agujero al vacío. Ver hoy la
estructura y que siga estando prácticamente intacta, sin rajaduras ni grandes
arreglos, habla de lo bien hecha que estuvo la obra.
-¿Hay
alguna anécdota graciosa que recuerdes de tu época como alumna?
-Bueno,
como dije, el patio era de tierra, donde está el garaje había un gallinero y en
paralelo, donde está la gruta de la Virgen, era la huerta. Las hermanas usaban
la puerta de al lado del baño de los varones como puerta de servicio hasta el
patio. En ese lugar, el panadero le dejaba todos los días la canasta con pan, y
nosotras pedíamos permiso para ir al baño cerca del mediodía para poder bajar y
robarles algo ¡Teníamos hambre en ciertos horarios!
También, me acuerdo de un chico que se había llevado un gran susto, cuando espiando desde el patio hacia el subsuelo, vio (según él) un monstruo de brazos peludos en el salón de actos. Muchos padres se enteraron del hecho porque los chicos estaban aterrados y no querían volver a la escuela. Resultó ser un albañil quien en su rato de descanso decidió hacerle una broma.
También, me acuerdo de un chico que se había llevado un gran susto, cuando espiando desde el patio hacia el subsuelo, vio (según él) un monstruo de brazos peludos en el salón de actos. Muchos padres se enteraron del hecho porque los chicos estaban aterrados y no querían volver a la escuela. Resultó ser un albañil quien en su rato de descanso decidió hacerle una broma.
Por otro
lado, que un poco habla de lo que era la escuela como comunidad, recuerdo a la
Hna. Cirila llamándonos en los recreos, cada vez que venía el camión con ladrillos y materiales
para que junto con ella jugaramos a las
“hormiguitas” al pasarnos los ladrillos de mano en mano y bajar la carga.
Después,
como experiencia personal, otra historia que me marcó fue el hecho de estar
pupila en el colegio junto con mi hermano por un mes. Mi papá era relojero y
solía tener mucho trabajo, pero hubo una época en la que se enfermó del estrés
y el médico le recomendó dejar la casa un tiempo, entonces se fueron a una
quinta de un familiar. La Hna. Cirila, se ofreció a hacerse cargo de nosotros,
y ellos se fueron con mi hermanita bebé. Nosotros dormíamos con ellas, las
escuchábamos despertarse a las 5:00 de la mañana, hacer sus oraciones, y a las
7:00 am irse a la misa en la parroquia. Una mañana me despierto con ganas de ir
al baño y cuando intento abrir la puerta resultó que estaba cerrada con llave.
Claro, las entiendo, era mucha la responsabilidad de dejarnos solos en el
colegio mientras no estaban. Cuando volvieron y me abrieron la puerta estaba
ansiosa ¡Quería ir al baño! Debo reconocer la dedicacíón y el cariño que nos brindaron a mi hermano y a mi. Cada noche encontrabamos bajo la almohada algunas golosinas y otros gestos similares. Más
allá de eso extrañaba mucho, si bien había clases de mañana y de tarde y yo me
quedaba con los chicos, ellos a las 5:oo de la tarde podían irse y yo no.
Un día decidí escaparme a mi casa, donde
estaban viviendo momentáneamente una tía y su familia; cuando la Hna. Cirila me
encontró me llevó de la mano, retándome muy enojada, hasta el colegio. También
recuerdo que para merendar nos daban tostadas con ricota, pero no nos gustaban
ni a mí ni a mi hermano, entonces cuando nadie nos veía, la tirábamos en una maceta y
nos comíamos sólo el pan.
-¿Hay
algún otro dato curioso que quieras comentar?
- Podría
hablarles del reloj, el grande que está
en el hall de abajo, en forma de Big Ben, que hasta suena igual, fue mi papá el
que se lo consiguió a las hermanas. Al ser relojero, obviamente, le encantaban
los relojes, todos tenemos piezas hermosas que él nos compraba. Recuerdo que
este era de un médico que se iba a vivir a Estados Unidos y vendía todo. El
reloj había sido traído de Inglaterra, pero sabía que no era para nuestra casa.
Por eso se encargó de convencer a la Hna. Cirila de que lo comprara y fue el
encargado de hacerle el servicio hasta que falleció. Si quieren saber cómo
suena el Big Ben, ya saben dónde se pueden parar…
- Después
de tantos datos queremos preguntar algo muy importante para todos los que somos
alumnos y también para los exalumnos: ¿Sabés cómo empezó el rumor de que el
colegio tiene un túnel subterráneo que lo conecta con el COAS?
- ¿Cómo?
¿Un túnel? Que yo sepa no… porque el colegio Obispo Anunciado Serafini no
existía cuando se construyó este edificio. La parroquia San Pablo no tenía
colegio. Esa escuela se construyó por los años 70. Para ese entonces, el
terreno de la esquina era el potrero del barrio, se jugaba sábados y domingos y
se hacían torneos.
Es
imposible que exista el túnel porque lo que hoy es el COAS empezó en la casona
de la esquina que le vendieron las hermanas porque ya no la utilizaban. Era una
escuela profesional en principio, se enseñaban distintos labores, y con el
tiempo, en el primer piso estuvo el nivel primario.
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La entrevista terminó con risas producto de
anécdotas que preferimos no revelar. Formarán parte de nuestro secreto como
periodistas por un día ¡Agradecemos la amable y desinteresada predisposición de
nuestra querida preceptora Rita!